Mi madre sale a las nueve, puntual. Yo me despierto nueve menos cuarto y ella se angustia. Me ducho y me visto. Salimos nueve y cinco. Mientras que me lavaba los dientes y me ponía la crema de los granos escuché cómo discutía con Juan (hermano barman) por la cuota de su colegio. Aparentemente no le habían dado el recibo bien. Mientras tanto, Javier (hermano piquetero) intentaba dilucidar a dónde podía alcanzarlo mi madre en el trayecto a su trabajo. Laura (ese es el nombre de mi madre) trabaja en Figueroa Alcorta y Tagle. Mi hermano necesitaba ir hasta Tribunales. Vivimos a siete cuadras de Libertador. Para llegar al trabajo madre tiene que hacer tres giros. Uno para agarrar la perpendicular a Libertador, otro para agarrar Libertador. De ahí derecho hasta el infinito y después el tercero es para agarrar por la que baja a Alcorta. De más está decir que mi madre no estaba dispuesta a sacrificar esa comodidad. Después de mucho suplicar se acostumbró a dejarme en Plaza Italia asi no tengo que caminar Sarmiento.
Durante el minuto veinticinco que me tomó calentarme mi café y agregarle un poco de leche escuché a mi hermano sopesar posibilidades. Su costado proletario lo tentaba (quería tomarse el tren y meterse en el furgón con la bicicleta.) Vestido, con el estuche de cd's en una mano y mi taza de café en la otra le gruñí que se tome el subte en Plaza Italia y que no joda. Dijo "¡Ah!" y caminó hacia la puerta donde mi madre esperaba impaciente. El barman me preguntó si pensaba llevarme la taza y le dije que sí. Mi madre se quejó y dijo que tenía que comprarme uno de esos vasos térmicos para que no se vuelque. Le dije que podía aceptarlo perfectamente como regalo, si no pensaba devolverme mi bolso. Conminé a mi hermano para que se subiera atrás, apoyé mi taza de café y puse música.
Después de cinco minutos de silencio, Javier le preguntó a mi madre si estaba contenta de haber recuperado su status de clase media. Mi madre contestó que sí, que extrañaba manejar. Que hacía más cosas y que incluso podía conversar a la mañana conmigo. Le pregunté a mi hermano si iba a devolver el celular que se había encontrado en el tren o no. Dijo que era de un "un cerdo, puntero del PJ en Morón" (sic) y que no pensaba devolvérselo. Había delucidado esto analizando el contenido del celular. Tenía, entre otros, mensajes de su hija, Evita. Le dije que con ese tipo de razonamiento el nuevo dueño de mi cámara (robada en el tren) debía pensar que era un pendejito bien y no un pelotudo que labura 35 horas por semana para comprársela. Mi hermano se rió con maldad y habló de justicia poética.
Durante el minuto veinticinco que me tomó calentarme mi café y agregarle un poco de leche escuché a mi hermano sopesar posibilidades. Su costado proletario lo tentaba (quería tomarse el tren y meterse en el furgón con la bicicleta.) Vestido, con el estuche de cd's en una mano y mi taza de café en la otra le gruñí que se tome el subte en Plaza Italia y que no joda. Dijo "¡Ah!" y caminó hacia la puerta donde mi madre esperaba impaciente. El barman me preguntó si pensaba llevarme la taza y le dije que sí. Mi madre se quejó y dijo que tenía que comprarme uno de esos vasos térmicos para que no se vuelque. Le dije que podía aceptarlo perfectamente como regalo, si no pensaba devolverme mi bolso. Conminé a mi hermano para que se subiera atrás, apoyé mi taza de café y puse música.
Después de cinco minutos de silencio, Javier le preguntó a mi madre si estaba contenta de haber recuperado su status de clase media. Mi madre contestó que sí, que extrañaba manejar. Que hacía más cosas y que incluso podía conversar a la mañana conmigo. Le pregunté a mi hermano si iba a devolver el celular que se había encontrado en el tren o no. Dijo que era de un "un cerdo, puntero del PJ en Morón" (sic) y que no pensaba devolvérselo. Había delucidado esto analizando el contenido del celular. Tenía, entre otros, mensajes de su hija, Evita. Le dije que con ese tipo de razonamiento el nuevo dueño de mi cámara (robada en el tren) debía pensar que era un pendejito bien y no un pelotudo que labura 35 horas por semana para comprársela. Mi hermano se rió con maldad y habló de justicia poética.
5 comentarios:
esa idea de los hippies que en su existencia linyera creen que están redimiendo la condición humana me enferma.
igual, tu hermano me cae 10 000 puntos; y más cuando llega y se sienta entre putos a comer comida cero hippie.
¿Trabajas 35 horas semanales?
Me siento esclavizado, yo trabajo 55 horas semanales. Soy un VERDADERO pelotudo.
¿Te tomaste alguna auto-foto para que te robaran la cámara?
La pregunta que le hiciste a tu hermano es inmejorable. Si te habías tomado una auto-foto como sospecho, el que encontró la cámara debió pensar que el dueño era de la CGT.
(besos)
quiero ir a tu casa!
Yo trabajo 45, ¿de qué te quejás? ¡De lleno! Al menos me pagan relativamente bien...
Me robaron una cybershoot w70, la tuve DOS SEMANAS, si hay algo peor que eso hacémelo saber.
Me mató lo del puntero del pj.
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