Mi margen de tolerancia para con la gente que está mal es reducido. ¿Qué quiero decir con eso? Está estrictamente relacionado con el nomerompaslaspelotismo. Se puede estar mal (no es este un brave new world todavía) pero está prohibido contaminar. Mi madre, por ejemplo, estuvo dos años tirada en su cama tomando pastillas; si le dabas la mano te agarraba el codo. También tengo presente a la imagen de mi padre sentado en un sillón en la penumbra a las cuatro de la mañana, vaciando sus vasos en silencio. Será por eso que me provoca tanto rechazo el laissez faire, laissez passer. No me gustan los malestares que tienden a la quietud, al estatismo. Prefiero, en cambio, a esa gente que irradia con sus pulsiones por el mundo. ¿Para qué sino tantos cursos y tanto deporte? Cuando estoy histérico en la librería temen porque empiezo a reorganizar estantes. Por eso no creo en esa pedorrada del "miedo a la página en blanco". La página está en blanco si te gusta verla y nada más que por eso. Ni siquiera tiene el charme que solía tener: nada menos sexy que el cursor titilando en el word. El erotismo del papel quedó atrás. Algunos lo rescatamos, cierto.
1 comentario:
Poseo un magnetismo detestable cuando se trata de los y las que quieren hacer catarsis. Sin embargo, en esos casos a pesar de todo se impone mi buena conciencia y me porto como un dulce confesor. En la penumbra del confesionario, al otro lado de la ventanita calada, empuño un bate que una vez que otra he usado, cuando la situación se hace insostenible de lo repetitiva.
Veo que a pesar de todo de vez en cuando visitas algún bar de la avenida que tanto odias. Supongo que te dan ganas de recorrer el submundo esculpido por el-país-que-ya-no-está =).
Respecto de sacar cosas del freezer: no me entusiasma nada de nada. Las conversaciones elípticas no son imprescindibles cuando uno está conociendo a alguien. Eso limita el espectro, pero me aburre menos.
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