El diablo en el pelo

Hace dos días fui a la peluquería. De pajero que soy fui a una a dos cuadras del trabajo. Me sigo reponiendo. Lo peor no es que pagué 33 pesos. Ojalá. Caí en las tijeras de una blonda argentina que se rehusa a recibir a sus cuarentas. Ay. Todavía lamento el momento en el que le dije que su pelo atado no le quedaba mal porque tenía el cuello largo. Tal vez eso fue lo que la hizo entrar en confianza. Su papada precoz me tendría que haber hecho sospechar. Iluso. El quid de la cuestión es: ¿si entra un castaño con "Acassuso" tatuado en la frente y un casco playmobil feroz y dice "rebajar y desmechar un poco", ¿vos qué harías? ¿Un corte tirando a conservador o tratarías de innovar?
Javi dijo que mi corte punga le encantaba. Que cuando creciera un poco tenía que volver a cortar adelante asi me quedaba más tipo colita atrás. Vanesa ocultó su horror en una mueca de agrado. Insiste en que me queda bien. No le creo ni un poquito. Otro amigo, Gaëtan, se lamentó de que hubiera caído en las fauces de la moda capilar argentina. Le dije que Javier había dicho que era un corte punga. Asintió, apenado. Le pregunté si sabía que era corte punga y me dijo que sí.

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