La hormiga argentina

Hay hormigas en casa. No sé qué hacer.
No atacan la comida, no me pican ni se ponen en lugar incómodos. Van por el reborde de una ventana de la cocina hasta el baño sin hacer sus caminos por lugares de paso. Cuando sin querer las molesto alguna se me sube por error, pero no trata de picarme. En San Isidro tuvimos hormigas, muchas, muchísimas; tampoco picaban. Pero iban horadando los suelos de forma insistente y mi madre las combatió con su temible potencia.
Mis pequeñas hormigas (porque son chiquitas) terminan su camino en el baño. Al principio las miré mientras me duchaba porque no entendía dónde desaparecían, y después me puse a mirar. Van abajo del inodoro. Cuando estaba sentado miré para abajo y noté que desaparecían ahí. Gabriel se rió cuando las vio y le conté todo lo que me pasaba (que no picaban, que no molestaban: que no sabía que hacer) y me dijo que tape los agujeros por los que entraban o salían. Algunos segundos después hice eso con un poco de pegamento y solo me sentí culpable porque las hormigas quedaron muy confundidas.
Ayer vi a una araña, en el baño. Roja, con patas largas. Llamé a Vanesa para contarle (que me había vuelto más humano y que en mi casa pasaban cosas vivas) y se puso contenta de que tuviera que limpiar telarañas en el futuro. Le expliqué que no, que las telarañas, de haberlas (porque todavía no había) las elimina la aspiradora.  Por otro lado pensé que una araña era la solución adecuada para las hormigas.

1 comentario:

Blue dijo...

En mi casa anterior, en un piso 13 de una torre, de pronto también comenzamos a encontrarnos con hormigas. Desayunabas y pasaban una o dos sobre la mesa, te bañabas y descubrías alguna en los bordes de la bañadera, tipeabas y cada tanto alguna se asomaba al teclado de la computadora. Chiquitas y constantes, pero, igual que las tuyas, bastante amigables. Siempre en actitud apuradas, como con un propósito concreto.
No fuimos de esa casa sin saber de dónde venían ni adónde iban, aunque siempre tuve la sospecha de que se debían estar comiendo los cimientos del edificio de a poco. Por las dudas, cada vez que paso por delante me cercioro de que siga ahí.