Inventario del robo

Estos días no hago más que escuchar historias que quiero robar. 
Me muero de ganas de contar la historia de la familia que tiene arbolitos de navidad todo el año. También quiero contar la historia del pibe al que un taxista le mostró el trapo húmedo con el que se limpió después de acabar con alguna conquista. También me gustaría encontrar las palabras para contar la sonrisa que me produjo ver a un/a travesti rubia, calzada en una minifalda (espléndidamente depilada), subida a una bicimoto. 
Probablemente siga sonriendo.

1 comentario:

sleal dijo...

No sé si las historias se pueden robar o pertenecen al régimen de lo legítima y universalmente apropiable, el de esas cosas que con sólo verlas -o escucharlas- ya le quedan perteneciendo a uno, aunque no quiera. Creo que algo así pasa con las miradas ajenas.