Hechos inquietantes

Ayer discutí con una vieja en el colectivo. Subí a la altura de San Isidro y ya estaba empujando para bajarse. Sus cincuenta y pico no le cortaban el apetito y para pasar tuvo que atropellarme. Le dije que espere y me dijo que era un maleducado. Todo era demasiado (su perfume, sus pieles y su pelo platinado), así que le dije que la maleducada era ella, que se baja por atrás. Me contestó, mientras continuaba su avanzada rinoceresca, que ningún (palabra ininteligible) le iba a decir qué hacer o qué no. Después de mucho roce llegué a la máquina, saqué mi boleto y pude irme a sentar.

Me puse a pensar en mi día y llegué a la conclusión de que ser un mortal como el resto no era tan bueno como quieren hacernos pensar.

1 comentario:

diego dijo...

odio a los viejos. son todos unos maleducados y egoístas.

mi teoría es que no les importa quedar bien con nadie porque ya no les importa coger.