Geranios

¿Qué le pasa a Joan?
Está enojada porque se ve gorda en su holograma.
¿Se mandó a hacer un holograma?
Obvio. Mirala.
Sí. En realidad es obvio que alguien como ella va a hacerse un holograma.
Ajá.
Si hace cinco años alguien me decía que un domingo iba a hacer la siesta con vos mirando Joan Rivers en E! al lado mío le hubiera dicho salí de acá.
Para algo no tengo televisión, querido.

Ariel se levanta y va a hacer café. Me acerca una taza y prepara sus utensilios de jardinería.  Abro una silla plegable y me siento a hacerle compañía en el balcón. Ariel se tira en el suelo, rodeado de sus compras de domingo en el vivero y empieza a remover unos potus con la palita.

Al final, vos también tenés plantas de vieja. Yo soy una vieja a la que le gustan las carnosas y vos una vieja a la que le gustan las flores de vieja.
No te metas con mis geranios.
¿No le falta lugar a esos potus?
No, van a entrar.

Presiona la tierra con las yemas después de trasplantarlos. Me sorprende su técnica. Es delicado pero eficiente a la vez. Lo envidio un poco. No esperaba verlo con las manos llenas de tierra y con las uñas sucias, pero no parece molestarle.

No entiendo, ¿estás sacando unos potus para poner otros?
Sí. Los que estoy sacando me decepcionaron. No estuvieron a la altura de las circunstancias así que compré otros. ¿Querés potus?
No, no quiero potus. Son iguales, Ari.
No, no son iguales. Por eso compré otros. Hoy me peleé con una vieja en el vivero por los geranios.  Estaban en mi carrito y de repente no estaban más. Los busqué por todos lados, porque sabés que no podía ir a buscar otros geranios, necesitaba mis geranios. Y no los encontré y me rendí. Cuando estaba en la caja veo una vieja chota al lado que tenía mis geranios. Me los había robado.
¿Pero estos son los tuyos o lo suyos?
Son los otros que tuve que agarrar. Los míos se los quedó ella. Obvio que le dije mirá justo los geranios que me desaparecieron del changuito.
¿Y qué te dijo?
Nada, son inimputables.
¿Cómo sabías que eran los tuyos?
Lo sabía.
Los potus esos realmente están apretados.
Van a aguantar. Más les vale  ¿querés una Violeta de los Alpes?
¿Qué te hizo?
No se portó bien durante el invierno. No estuvo a la altura de las expectativas.
Bueno, dale.

Agarro la planta y miro el horizonte que en su octavo piso es infinito. Miro el sol, miro los balcones de los otros edificios y apoyo los codos sobre los apoyabrazos de la silla.
Cuando el sol cae en diagonal solo se puede ser feliz.

Calabozos y dragones

Mi primer recuerdo cívico es estar en la plaza con mi padre y mis hermanos el 24 de marzo.  Era más que chico, menos que adolescente. Tenía perfectamente en claro de qué se trataba. Papá era un publicista que sin ser glamouroso, tenía sus aires de dandy. El diario que leía era Clarín. Leía todos los diarios, pero si tenía que elegir, era Clarín.
Fue una sorpresa cuando, ya muerto, nos enteramos de que su viaje al sur y su alejamiento de Télam habían sido por sus ideas políticas. El marido militar de su madre putativa movió sus influencias para evitarle un final complicado. La leyenda cuenta que mi tío más grande, activista político en Paraguay, contrario al dictador de turno, fue el que ocasionó el autoexilio de mi familia. Familiares militares les dieron esa opción. Partir con lo puesto o morir.
La leyenda también cuenta que mi madre fue montonera. Que mi abuelo le pagó a un juez para que la borre de una causa y la escondió en un departamento de La Plata para que estudie y se quede tranquila y evitar riesgos. La agenda de su entonces novio había desaparecido  junto a él y era grave. Está viva, pero es leyenda porque es muy difícil que hable del tema. Cuando le preguntás hace un mohín con la boca o se hace la distraída, como una de esas madres de las novelas de Irving.
De chico me ponía a llorar cuando nombraban a Hitler y tenía miedo de los bigotes de Videla. La continuidad pelosa de la dictadura era algo que evidentemente me traumaba.
Mi madre se enojó mucho cuando mi hermano eligió a mi tío para la ceremonia de la entrega de sables. Los sables eran una réplica del sable del Libertador (a escala, todo a es escala), para los alumnos de la Escuela de Oficiales del Ejército de la Nación en la ocasión de su graduación del primer año. Mi madre lloró cuando mi hermano (pragmático, siempre), le dijo que fuera ella entonces. En la escuela militar de Campo de Mayo se paró en una fila de padres que, organizada y sincronizada al ritmo de una banda militar, fue entregando la espada a sus hijos.
No recuerdo si mamá se puso a llorar cuando vio a mi hermano mayor esquivando a las fuerzas del orden en la televisión, el 21 de diciembre. Tenía una idea muy difusa de la militancia de mi hermano que me parecía exagerada. Piquetero es una palabra que solo puede sonar fuerte. Cuando era adolescente y yo todavía no, se puso insistente con la ecología y eso me generó odio. Hacía que me guarde en el bolsillo los papeles de los sugus aunque estuvieran pegajosos hasta encontrar un tacho.
Mi colegio era una especie de Howgarts. Todo se resolvía en conciábulos más o menos secretos, más o menos claros. En todos se labraban actas (más o menos secretas también, pero todas poco claras). Cada clase de 25 alumnos elegía un delegado, que a su vez votaba un delegado, que a su vez votaba otro delegado. Los tres delegados de establecimiento tenían un acercamiento más intenso a la primera cuestión pública que conocí que fue mi colegio. Interactuaban con otros delegados (de padres, de profesores, de personal administrativo, etc). En ese sentido seguí lo que mi hermano había hecho. Y tuve mi primer contacto con la democracia, porque me di cuenta de que no hacía falta ser capaz, o bueno, o inteligente. Simplemente había que quererlo. Si a los demás no les interesa, te votan.



La niñera































15:04:37Amapola Sophie ramiro dice hoy
15:04:47Amapola Sophie hay q decirle a josé q se consiga un novio
15:04:56Amapola Sophie así le dejamos a simon a él  y el novio
15:04:59Amapola Sophie a él solo no

La hormiga argentina

Hay hormigas en casa. No sé qué hacer.
No atacan la comida, no me pican ni se ponen en lugar incómodos. Van por el reborde de una ventana de la cocina hasta el baño sin hacer sus caminos por lugares de paso. Cuando sin querer las molesto alguna se me sube por error, pero no trata de picarme. En San Isidro tuvimos hormigas, muchas, muchísimas; tampoco picaban. Pero iban horadando los suelos de forma insistente y mi madre las combatió con su temible potencia.
Mis pequeñas hormigas (porque son chiquitas) terminan su camino en el baño. Al principio las miré mientras me duchaba porque no entendía dónde desaparecían, y después me puse a mirar. Van abajo del inodoro. Cuando estaba sentado miré para abajo y noté que desaparecían ahí. Gabriel se rió cuando las vio y le conté todo lo que me pasaba (que no picaban, que no molestaban: que no sabía que hacer) y me dijo que tape los agujeros por los que entraban o salían. Algunos segundos después hice eso con un poco de pegamento y solo me sentí culpable porque las hormigas quedaron muy confundidas.
Ayer vi a una araña, en el baño. Roja, con patas largas. Llamé a Vanesa para contarle (que me había vuelto más humano y que en mi casa pasaban cosas vivas) y se puso contenta de que tuviera que limpiar telarañas en el futuro. Le expliqué que no, que las telarañas, de haberlas (porque todavía no había) las elimina la aspiradora.  Por otro lado pensé que una araña era la solución adecuada para las hormigas.

La noche boca arriba

Crecí en San Isidro. En una casa chica, pero en San Isidro. Cuando era chico compartíamos el cuarto tres hermanos. Después construyeron otro y sólo conviví con uno más. Ya adolescentes no nos soportábamos y mi madre optó por un sistema de durlock y maderas para generar dos ambientes a partir de uno. En palabras de mi tío: dos gabinetes de depilación.
Cuando quería estar solo no servían. Podía escuchar a mi hermano respirar a través del tabique. Ni cerrando los ojos tapandome con la almohada estaba solo.
Una vez, después de discutir con mi madre y sentir que el enojo (furia pura) me rebalsaba salí a caminar. Hacia ningún lado, sólo para cansarme. El cansancio mitiga el enojo.
Vivíamos en un ph en una calle que bordea la vía. Siempre dormí con las ruedas del tren como canción de luna. Cuando la discusión concluía, siempre abrupta con un portazo, salía. Había un pasillo largo, de treinta metros y después la calle, la noche y el silencio. Buenos Aires es un damero prolijo y en San Isidro es todavía más prolijo. Podía caminar treinta cuadras en línea recta sin tener que desviarme. No tenía que pensar, podía hundirme en la noche, en la complicidad del silencio.
Además del croar de las ranas y los pájaros nocturnos, no había más nada. En San Isidro de noche no hay nadie. La gente no ocupa el espacio público porque hay pocas plazas y las casas tienen jardín. Los únicos que están en las veredas de noche son los guardias en sus garitas en casa esquina. Normalmente, se conforman con un saludo. Una complicidad que les de su lugar en el mundo. A mi no me gustaba saludarlos. Primero por timidez pero después porque me hacían sentir un intruso en la calle. Lo era. Con los años crecí y empecé a mirarlos con desdén. Cuando te acercabas prendían la linterna para verte, para saber quien eras. Interrumpían mi ensoñación.  Ellos eran los intrusos en un espacio público.
Hoy salí de la casa de una amiga en Núñez, cerca de River donde las intersecciones de las calles ya no son tan rectas. Sentí en mi cuerpo la liviandad del silencio, de la soledad que no es fácil encontrarse en la ciudad. La luz blanca de la luna completó el cuadro perfecto.

El lector


El otro día volví a leer ese textito acerca de las chicas que leen. Digo textito porque envidio lo que el tipo logra en el lector, y la forma en la que decide hacerlo. Yo hubiera agregado dos categorías. La de la gente que cuando le preguntan que estas leyendo no responde rápido porque hace tanto que no lee que no recuerda. Y la otra gente, que también tarda pero porque como lee todo al mismo tiempo no sabe por donde empezar a contestar.

Voces










LOPEZ, Cándido
Yataytí Corá, 2 de julio de 1866, 1866
Óleo sobre tela
76,4 x 196 cm.
"Guaraní—still spoken by 80% of the population—renders time differently from Western tongues. The future is uncertain: the word for “tomorrow” means “if the sun rises”. The past is divided between what happened, and what was supposed to but did not. If you quit a seminary, you are a “would-have-been priest”; a broken engagement yields a “would-have-been spouse”. This grammar is “like a backpack you can never take off,” says Alejandra Peña, a former national museum director."
The Economist
Voy a empezar a escribir el Blog en guaraní





Arte para dummies


Un Del Carril original.

El lugar de las sonrisas


Mirando este video tardé en cuenta de qué era lo que me gustaba mucho. Generalmente la gente haciendo el ridículo en la televisión, o el cine, o en cualquier medio, me da vergüenza ajena y no lo puedo disfrutar. Me pongo rojo y necesito cambiar de canal o mirar para otro lado. Este no me provocó eso. Lo puse en repeat y miré. Al rato entendí (al día siguiente, en realidad).
La edición del video extrae el momento que va de la sorpresa a la sonrisa, en casi todos los casos. Algo primitivo, de la risa al brillo de la mirada, se descubre en la intimidad expuesta del chatroulette. Tengo una colección de abrazos y me dieron ganas de recoletar sonrisas. Es raro ver gente sonriendo, genuinamente.

Tiempos líquidos


10:49:22 Sophie
es mi clase
te estoy invitando a probarla
es a donde yo pago para ir
10:49:51 me
No tengo ropa/tiempo.
Ni plata, creo!
es 30.
10:50:26 Sophie
jajaja
ok, ropa y plata te doy
tiempo no puedo crear
aun
10:50:47 me
No, era "Ropa/tiempo".
Si hay ropa tengo tiempo.
"No tengo tiempo de ir a buscar ropa".
Eso quería decir "ropa/tiempo".
Pero me daba paja tipear.
10:51:27 Sophie
sos tremendo
bueno
aca hay ropa que lavaremos luego, hay ducha
y hay dinero
yo te regalo la clase
vos me regalas libros

Lugar común la muerte

Me desperté, me desenrosqué del abrazo del equis de turno y parpadeé para acostumbrar los ojos a la claridad. Hace mucho que duermo sin cerrar la persiana, me gusta la luz.
Escuché el sonido de la tableta diciendo que tenía un correo nuevo. Estiré el brazo para mirar quién escribía, más que nada curioso porque nadie escribe un domingo a las nueve de la mañana. Era mi madre, obvio.  Leí pero no llegué a conmoverme. 

Imagino que hoy es un día especial para ustedes. No hace tanto que murió su papá, y cada día debe de estar en sus cabezas o sentimientos con algo que hubieran querido decirle, mostrarle, preguntarle, reprocharle, abrazarlo o lo que fuera.
Lo recuerdo con ustedes en lo mejor que dejó en mí: ustedes en primer lugar, su abrazo, su risa, el esfuerzo que hizo por cuidarlos a su manera, su curiosidad, su capacidad de trabajo y sus ganas de vivir.

Los quiero con todo mi corazón


Un rato más tarde, nuevamente enroscados, el chongo de turno, que se llama Rubén, me dijo que sospechaba que lo estaban esperando en Tandil para un almuerzo del día del padre. Asentí. Me miró y me preguntó si mi padre estaba vivo. Fue la primera persona que formuló la pregunta de una forma no irritante, asumiendo la muerte como una posibilidad, sin más. Tener un nombre tan feo debe venir compensado con superpoderes. Correspondí eso con confianza.
Le dije que no, pero que igual había sido un problema cuando estaba vivo. Que de chico a los once habíamos tenido que hacer terapia familiar porque nos golpeaba y que a los trece lo había bloqueado de mi vida. Y que se murió sin hablar conmigo de muchas cosas. Mi putez, por ejemplo. No recuerdo qué dijo exactamente como respuesta, pero me reí y él también. Me pidió disculpas por no tomarse nada en serio y le dije que estaba bien, que me gustaba eso.
Le pregunté si quería tomar té, café o mate.

Este domingo



Los domingos no me preocupan; tampoco me deprimen ni me aburren. Evito por todos los medios hacer programas durante la semana que ocupen un espacio de tiempo determinado el sábado o el domingo, me gusta saber que voy a tener la opción de no hacer nada si quiero. Aburrirse es un lujo que no me interesa permitirme.
Prefiero leer el diario, jugar al angry birds, drogarme,  regar plantas, cortarme las uñas, clasificar, mirar fotos, porno, hablar por teléfono. O pasarme el domingo abrazado en la cama.
Y salir, ¿por qué no? Ir a tomar un té, un café, ir a caminar, al cine, a un museo, a un recital, al teatro.
Etc.
Ahora voy a andar en bici.

El círculo de los mentirosos

Hablaba con alguien con quien generalmente no hablo y saltó el tema de para quién escribo este blog o el otro. Si escribo para mi, para el otro o qué y la pregunta boba, ¿quién me lee?
Todas mis expresiones virtuales son más o menos caretas. Para hablar de otro blog mío, no éste, dijo lo siguiente (perífrasis muy a lo liceo francés, disculpándose por existir): Es abarcativa. Políticamente correcta. Pero no creo que por eso hipócrita. Quizás es una primera impresión hasta que uno verdaderamente se pone a ver y leer. Es el shock de la primera impresión, me parece
Lo que voy a escribir no está filtrado por mi posible lector. No me amedrenta, ¿me entusiasma? La pregunta, obvia e imposible, es: ¿Cómo escribo lo que no puedo decir? Con terapia, me contestará algún imbécil*.
No creo en la falta de inspiración ni en la hoja en blanco. Todo es trabajo y más trabajo. Pero cuando se forma un nudo adentro mío y la frase empieza a ordenarse una y otra vez de venticinco formas distintas y la resistencia me hace rebotar entre punto y coma, poniendo, sacando, y volviendo a poner. Norma Morandini dejó pasar diez años antes de publicar su libro. Probablemente haya millones de casos, ése es el que me viene a la cabeza ahora. No hablo de las novelas perdidas rescatadas por herederos viles y editores rapaces. Duras reescribió El amante cada vez que iba muriendo uno de los protagonistas. 
¿Qué tengo que hacer? Tengo que hacer algo, qué, cómo.

*digo imbécil porque probablemente tenga razón.

La boda


Re: te extraño un poco todos los dias,
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María 
6:48 PM (3 hours ago)
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Tengo una idea: te mudas a Paris, nos casamos y criamos a nuestra cafetera nespresso hasta que podamos mantener a tres chongos cada uno :). Pero si eso no te va, podemos tratar de hablarnos por teléfono y acosarnos por iphone/ equivalente. Aunque sea costumbre pensar como si estuvieras acá no estás y te extraño y quiero nuevos recuerdos para que no se me gasten los de antes.

Los trabajos y los días

Soy feliz:
Mirando esta foto me di cuenta de que eso se nota.
(También me noté bizco y gordo, pero aparentemente no entorpece mi camino a la felicidad. Bucay estaría orgulloso de mi). En la librería uno se convencía de la especie de juventud eterna que Palermo Viejo exhala. Como la moda, muta pero es todopoderosa y perenne, constamente. Las cosas cambiaron y tengo mucho más trabajo y exigencia. Pero me gusta. Anoche llegué del trabajo, comí y me metí en la cama, vi 1/4 de película y me dormí. Me despertó hoy a las 10:00 el electricista que. Con la mediación de curiosas pruebas alquímicas, me anunció que cortaría el gas de mi departamento ya que se registraban perdidas en mi "unidad". Estornudé, pensando en ese curioso término que se repite: unidad. ¿Mi departamento es una unión de ladrillos?
Le pregunté si la interrupción tenía efecto inmediato y me dijo que el corte ya había sucedido. Suspiré y volví a estornudar y miré con mucho asco la pared hongueada del subsuelo donde se alojan los medidores. El gasista me dijo "¡Salud!" y después, un poco para consolarme, que mi unidad (¡esa palabra por favor!) era de la que menos perdía.
Sonándome la nariz, le dije mi correo electrónico y le pedí que me pase el presupuesto de todos los arreglos mientras ascendía  a la claridad del sábado lleno de luz.
Cuando le conté a una amiga, le dije, entre risas, que ahora tenía argumentos de peso para decir que no cocino. Me dijo que haga una biblioteca en el horno. Y estoy pensando seriamente en hacerla.

Deslizamientos del placer

A Julieta Daprá

Cada vez que voy al chino escucho a una canción guilty pleasure. Quienes me conocen sienten vergüenza ajena por lo bajo que pueden caer mis aficiones musicales. Con los libros pasa lo mismo. El diablo viste a la moda está bien visible en mi biblioteca. Creo que los bajos fondos son indispensables. Cuando leímos en el colegio a Puig y a Vian y nos enseñaron a entender lo que se conocía como kistch o camp, aprendí a disfrutarlo más aún.
Un ex novio, estudiante perenne de letras, me enseñó a los 17 una frase que después sería mi bandera: la profundidad es una pliegue de la superficie. Leía mucho y ese concepto (el pliegue) estaba en boga en el grupúsculo de Filo. Repetían Foucault y Deleuze todo seguido, mal pronunciado, como un mantra mágico que brinda protección.
Lo importante fue que laprofundidadesunplieguedelasuperficie se convirtió en mi mantra. Lo repetí explayándome más o menos, con más o menos cara de asco también, a quienes me miraran con cara de asco por ir a un recital de Katy Perry, de Britney o por estar leyendo a un Premio Planeta.
Según el interlocutor, se pronuncia el mantra protector con más o menos aplomo. La gente tozudamente ineficaz para aprehender ironía se queda callada, a la espera de la explicación que aclare la frase. (¡Obviamente!) No la recibe. Los más rápidos carraspean y agachan la cabeza reconociendo la sabiduría de la máxima.
Hay otros, los que realmente me conocen, que se me ríen en la cara. Son la gente que realmente quiero.

Hombres de maíz

Es imposible que Twitter y yo seamos uno. Más que twitteos pienso en haikus. Y no soy poeta. Eso ya es un problema.
Me gusta jugar y para que una sola frase sea brillante hay que ser un genio. Twitter es actual, fruto del impulso y de lo insignicante. Puedo hablar de idioteces un rato larguísimo (es más: me divierte y lo necesito), puedo filosofar con gajos de mandarina y relatar cómo trato de arrancar un pedazo de choclo de mi espacio interdental hace dos días. Pero no puedo resumirlo en una frase. ¿Cómo?
El #choclo me mata
El choclo #memata
Comí #choclo y no tengo hilo dental. #Paja
Necesitaría decir que compré choclos orgánicos y que en un magnífico intento de cocina los comí (y no dejé que se pudran) hervidos. Bastante crudos, obvio, porque ¿quién sabe el tiempo de cocción de un choclo? Yo no. También querría contar que, al pelarlos, me di cuenta de todo lo que es un choclo antes de que llegue a una ensalada. Es un coso envuelto en hojas que tiene barbas que hay que sacar. No es perfecto, puede tener partes negras poco atractivas.
Probablemente termine divagando acerca de maíz y choclo dudando acerca de cuál preferido.
Todo eso haría. Para hablar de un #choclo.



Vease: amor

Me miró y suspiró. Le pregunté qué le pasaba mientras terminaba de servir las copas de vino. Me dijo, con el dramatismo frágil e inevitable del cliché, que no me podía prometer nada.  Pasé un trapo para limpiar  el vino que había volcado sobre la barra, regodeándome  unos segundos con la predictibilidad de la frase hecha y la digerí como el anuncio de lluvia de un noticiero. Fuertes probabilidades de chaparrones aislados. Siempre me sorprendió que no hayan encontrado una palabra menos linda (sin la sonoridad de la ch y las erres fuertes) para decir lo mismo. No sirve de nada llevar paraguas porque te vas a mojar igual.
No te pedí que me prometas nada, lindo.
¡No me digas lindo!
¿Por qué?
Cuando lo decís escucho imbécil en vez de lindo.
Lindo...
¡Tarado!
Después de una relación suelo estar dos años solo. No es algo que busque, es lo que pasa. Durante esos dos años no estoy exactamente solo, mas bien al revés. Se suceden un montón de charlas llenas de pronombres personales (vos, yo) y verbos conjugados en tiempos y modos verbales que prometen cualquier cosa menos lo posible y lo certero. Un dechado de buenas costumbres. Una paja.
Miré la boca y los pómulos de Lucas que siempre me parecieron hermosos y los disfruté. Estaba menos lindo que la última vez que nos habíamos visto. Tenía barba y cansancio en la cara. Pero me gustaba más. Es una belleza que no depende de la juventud y que va a envejecer bien. Me gusta especialmente el dibujo de la curva de sus labios. Lo peor de todo es que él sabía lo mucho que me gustaba. Por eso se permitía frases pedorras como la que había dicho. Por eso reduje mis pretensiones a una frase clara, bien bien ATP.
Lo único que quiero es que no me rompan las pelotas. Si te atenés a eso no tendría que haber problema. Los títulos, novio, amante o etc, no me interesan.

Con una mano acerqué acerqué la copa a mis labios y con la otra deslicé la copa de Lucas hacia él. 

Catarsis


Creo que todos tenemos la fantasía de ser conductor de televisión. Un talk show a medida.
Cuando era chico mi madre lloraba cada vez que alguien aparecía detrás de un panel en "Gente que busca gente". A mi me sorprendía el sadismo de la producción que podía mantener al buscador sufriendo en vivo más de una hora hasta que aparecía el buscado, mostrándole tapes en cocinas horribles ("pobre pero digno", "humilde pero trabajador", "con corazón"). También me sorprendía que mi madre lo mire. Mi familia tiene grandes desprendimientos, enormes agujeros que no importan. Que no me importan. Una familia paraguaya paterna  que desconozco, parientes maternos también desconocidos cuando mi abuela cortó amarras. Pero como nunca estuvieron no puedo llegar a extrañarlos.
Mi talk show sería "Gente que irrita gente".En una suerte de catársis colectiva destinada a la clase media más embrutecida para permitirle vivir su cotidiano aligerada. Lo maravilloso de esos programas es que no solucionan, remedian ni nada. Nada más dicen yo también estoy en la misma y con eso la gente se conforma. No trata de mejorar, de cambiar el curso de lo que está mal. Se conforma con saber que otro está en la misma. Tirando para adelante.
Gente que irrita gente invitaría a oficinistas, empleados de comercio, cajeras y communers de la clase trabajadora  a manifestar los sinsabores de su existencia.
—Miriam siempre llega tarde y me tengo que quedar cubriendo su puesto. Como se coge al supervisor nadie le dice nada.
—Roberto no hace nada, se la rasca a cuatro manos, pero es el sobrino del dueño y es intocable.
—Yoli usa un perfume insoportable que me da nauseas. Le dije que estoy embarazada y que no lo use más pero no le importa.
Y así.
Yo los escucharía a todos. Uno por uno. Asentiría con la cabeza en un gesto mudo  (perfeccionado con las emisiones) de complicidad, resignación y los instaría a ser fuertes. El que tenga el relato más pérfido (traiciones, serruchadas de piso y miserias estarían a la orden del día), no el que tenga más rating, sino el elegido del televidente ganaría una licuadora o un set de electrodomésticos. Me gustaría ganarme un Martín Fierro al mejor programa solidario, o similar. Daría conferencias en las empresas acerca de la tolerancia, del amor.

Te pido un taxi

Jueves
19:00 Maipo
Presentación del nuevo libro de Paenza, invitada: Cristina.

00:00 Las Cuartetas
Fugazzeta de la victoria

0:30 Chacarita
Cama.

Viernes
12:30 San Telmo
Random House Mondadori

19:30 Palacio San Miguel
Presentación de libro. Peronismo en el aire, en la sangre.

20:30 Four Seasons, la Mansión.
Festejo aniversario ¡Hola! Argentina. Champagne.

22:00 Dorrego y Alcorta
Puesto en la calle. Bondiola.

23:00 Plaza
Herboterapia.

23:25 Nacho's
Poker y ron.

Cosas de niños

El sábado fui a ver a Gregorio y a Rafael. Los dos estaban animados pero tranquilos. Nos pusimos al día. Me contaron novedades y su día a día. El fin de semana anterior habían ido con su madre a la Plaza y volvieron con souvenirs.

Comimos pizza, jugamos a la playstation, dormimos siesta. Me desperté, pasé por encima de Rafael al que no le importó absolutamente nada y merendé con Gregorio que me calentó café y me ofreció budín. Jugamos al truco (gané) y al ajederez (gané y perdí).
Me fui a eso de las siete y media, contento. Hacía mucho que no estaba tan relajado con alguien. Mis hermanos no pretenden que sea encantador, amable o inteligente. Se conforman con mi compañía y yo con la suya y la pasamos bien juntos. Me pasa un poco lo mismo cuando juego al poker los domingos. La paso bien, tout court.

Gajos de mandarina

Mientras escribo, mastico la mandarina más rica del mundo y disfruto porque sé que cuando termine voy a poder comerme otra. Y otra más. Cuando las compré desconfié porque tres klos salían diez pesos y porque una clienta que venía después de mi le dijo al verdulero "si están feas te las devuelvo eh". Hoy saqué una de la heladera  la miré, predeciblemente, ceñudo.
Era lisita, como con un lifting recién hecho, brillante,  más parecida a una naranja que a una mandarina. La pelé con dificultad (todo lo que no es facil no es necesariamente difícil, pero soy especialmente vago con todo lo que sea alimentación) y sonreí cuando vi que los gajos eran gordos. Me metí el primero en la boca y mastiqué. Muchísimo jugo dulcísimo inundó mi boca (en la literatura todo inunda: las lágrimas, el agua y la tristeza, pero en este caso es exactamente eso: saturó mi boca con sabor).
Me repletó, digamos. Como la computadora está a la luz del sol vine a sentarme acá para completar el círculo virtuoso de un domingo en el que quiero vivir sin darme cuenta.

El perro sin plumas

Ayer Hernán (jefe de mis jefas, "tu jefe", diría Sofi) se rió cuando le dije que la berenjena, en todos sus formatos, era algo que me hacía feliz. El día anterior me había puesto la misma cara cuando yo me puse muy contento con un control remoto que permitía avanzar los slides de las presentaciones. Pensé en contarle la anéccdota que mi madre siempre repite, esa de cuando yo era bebé y me tenía en brazos, y hablaba por teléfono en la cocina y cuando cortó me vio comiendo una milanesa de berenjena que había manoteado de la mesada.
No la conté porque preferí deglutir una porción de milanesa de la verdura mencionada. La conseguí trocándola por una tostada de salmón con queso blanco con mi jefa. Ella realmente quería mi ensalada pero yo también la quería (realmente). Pero con un intercambio de un poco pudimos ser felices los dos. No me gusta compartir mi plato. Pero puedo cortar una porción y ponerla en el plato de otro (o, mejor: en un plato más que traiga el mozo).
Hace rato que la frase que vengo repitiendo es "si no suma, resta". Un poco como mantra anti karma, otro poco como recordatorio de relaciones extendidas demasiado tiempo por pereza y pánico al conflicto. Amigos que siempre te dejan pagando la cuenta, afectos que duelen o familiares con frases demasiado dolorosas. Prefiero llorar las cosas una sola vez. Llorar la muerte cuando llega y no seguir llorándola cuando es ausencia. El otro día me puse a llorar de emoción escuchando a Moreno Veloso recitar poemas de João Cabral de Melo Neto. Moreno dijo, entre otras muchas cosas que su vida había cambiado con la poesía. Pero además de la poesía habló de las palabras y de su música. El primer poema que leyó fue un extracto de El perro sin plumas. Mega conocido en Brasil. Acá no.

O cão sem plumas
A cidade é passada pelo rio
como uma rua
é passada por um cachorro;
uma fruta
por uma espada.

O rio ora lembrava
a língua mansa de um cão,
ora o ventre triste de um cão,
ora o outro rio
de aquoso pano sujo
dos olhos de um cão.

Aquele rioera como um cão sem plumas.
Nada sabia da chuva azul,
da fonte cor-de-rosa,
da água do copo de água,da água de cântaro,dos peixes de água,
da brisa na água.

Primera luz

Volvíamos de un evento en el auto con otros compañeros. Veníamos charlando de no sé qué entre todos y de pronto el jefe de mis jefas dijo una frase maravillosa.
En unos meses van a mudarse todos juntos, separados de los demás, a una oficina con mucha luz. Vas a poder escuchar música sin tener que ponerte los auriculares. Keywords: "juntos", "separados", "demás",  "luz" (¡y "mucha"!).
Recordé lo que me dijo la dueña del lugar en el que había trabajado durante seis años, cuando le dije que me iba: Ellos no van a ser buenos como yo, que te dejo escuchar música con los auriculares. Es una empresa de verdad. Keywords: "yo" y"verdad".
Chupate esta mandarina.

Inglés para dummies

En algún momento me puse a explicarle a alguien (lo digo así porque no recuerdo ni a quién, ni cuándo) por qué no algunas cosas. Había perdido, olvidado o vuelto a perder elementos que habían impedido otras cosas. Le expliqué que no era tan inusual ni tan catastrófico porque todo se solucionaba.
Hoy pensé un poco en eso cuando me equivoqué de hora y me equivoqué de calle para esperar el colectivo. Tengo que esforzarme las veinticuatro horas para no ser yo. Para no dejar las cosas tiradas, para no olvidar, perder o romper. Para no empujar sin querer, rozar, sin querer también. Me golpeo los codos, raspo las manos o quemo los dedos cuando me olvido de que el agua sale muy caliente.
Pero me gusta. Soy así. Torpe. Togrpe.
El lunes pasado empecé inglés, y la profesora nos preguntó por qué queríamos aprender inglés. Traté de no poner cara de superado y recordarme que ella teacher y yo student y dije, con mi mejor sonrisa de ocho de la mañana sin haber tomado café aún, que quería: concentrarme en lo que decía y no en cómo lo decía, que tenía ganas de poder hablar inglés sin preocuparme pro que la frase fuera incorrecta. Que fluya.
Todo eso lo dije en inglés, ḿuy rápido. La señora (era una señora, obvio) me dijo no me preocupe, que ya iba a aprender a hablar, más lento, no tan atolondrado. Me reí y le dije que hablo igual de rápido y mal en español.


Pide y se te dará

En el mismo mes asistí a presentaciones de Aguinis, Maitena, Balmaceda, Fernando Iglesias, Sandra Russo y Dora la Exploradora. Un jueves con David Byrne en el Konex y  viernes con Dora la Exploradora en la Feria del libro Infantil.
Un poco cumpliendo mi fantasía de ser una Emily* cualquiera en una multinacional y otro poco sufriéndolo. Corrí como un condenado para llegar antes del deadline con afiches, a3, juegos de imanes, diarios, ¡bambúes! Maltraté proveedores, seduje a jefes de compras, apuré taxistas, le rogué a sonidistas, me enrendé con exhibidores. Y sonreí mucho. Y conocí a mucha gente. Y aprendí millones de cosas.
De El Aleph de Borges al Aleph de Coelho. Sin escalas.

*The devil wears Prada

Árboles en invierno

Siempre que la veo a Marina hablamos de lo mismo.
La vida, la muerte, el dinero, su ausencia; de muchos libros, de algunas personas. Y, según la estación, del frío o el calor. El otro día llegué a su casa especialmente mojado con una lluvia torrencial, de película, con truenos y todo. La casa está en un terreno que tiene jardín adelante y atrás y el porche tiene una luz amarilla que oscurece más de lo que ilumina. Entrar a la casa en ese contexto fue absolutamente maravilloso. Nada de ese escenario es voluntario pero no hay nada que se haga para rectificar su curso. Me acordé de las casa de muchas tías viejas que aparecen en tantos libros. Sonreí mientras me mojaba.
El recuerdo de Marina es abrigado. De la misma forma en la que si pienso en algunos amigos y los veo con short, o a amigas con tal o cual vestido, a Marina la veo con un pullover azul de cuello alto.

El sueño eterno

Hoy le comenté a María que el sábado Joaquina se iba a dormir y no se iba a despertar. Por suerte, su respuesta fue un ruido muy característico suyo que me evita tener que seguir hablando. 
Para evitar ponerme triste, acoté que es raro que la muerte (el sueño eterno) se pueda programar como el comienzo de la vida  (una cesárea).
Un día, hace como quince años, Juanito gritó desde el living "José, mamá trajo un perro". No le creí porque mamá no solía traer perros a casa. Pero como había ruído y escuché un ladrido, fui al living y conoci a Joaquina. Estaba flaca, muerta de hambre pero feliz. No paraba de mover la cola y de moverse. Nos engañó a todos haciéndose la simpática. Vivía hace bastantes días con Joaquín, el borracho de la estación. La llevaba y la traía pero no le daba de comer y quería venderla por diez pesos. La dueña de la lavandería de la esquina se hartó de ver al borracho con la perra y lo instó a entregarla en adopción. Cuando mi padre pasó por la esquina, devenida canil-casa cuna, Maria del Carmen (así se llamaba la dueña del laverrap), no tuvo mucha dificultad para convencer a mi madre. Joaquina tampoco.
Fue la cuarta "J" en una familia que ya tenía Juan, José y Javier. Su nombre es, claro, un homenaje a quien fue su efímero tratante. 

Buenas palabras malas palabras

Charlaba con alguien y le pregunté cómo estaba y dijo mejor imposibleee! Las tres "e" me pusieron un poco nervioso pero disimulé, nada más inhalé y exhalé. Agregó: chocho la verdad. Con chocho tengo una relación de amor odio. Es una palabra muy argentina, en su sonoridad y en su sentido, pero no deja de ser un poco fea a veces. Es simpática nomás y la gente suele abusar. Haciéndome el tarado dije ¿Si? Por? y contestó. Porq gano el pro. Arraso.
Primero me pregunté cómo es que nadie  nadie puede poner nunca una puta tilde, y después me quedé pensando en cómo es que en cada elección en la que gana un partido "de derecha" (creo que en Argentina y en buena parte del mundo decir "izquierda" y "derecha" es obsoleto) tengo a un idiota cerca para pensar que puede congraciarse conmigo de eso.
Arrasar es un verbo feo.
Es una forma de decir.
Se arrasa en las guerras, no en la democracia.
Ok, si te vas a tomar todo tan literal, no podemos charlar ni 5 minutos me parece (¡le parece!)
Uno opta entre una palabra y otra, por algo. No va por lo literal o lo metafórico, sino por la elección. ¿Se entiende?
Se.

El día que encuentre a alguien que disfrute tanto de las palabras como yo me voy a enamorar.