Gajos de mandarina

Mientras escribo, mastico la mandarina más rica del mundo y disfruto porque sé que cuando termine voy a poder comerme otra. Y otra más. Cuando las compré desconfié porque tres klos salían diez pesos y porque una clienta que venía después de mi le dijo al verdulero "si están feas te las devuelvo eh". Hoy saqué una de la heladera  la miré, predeciblemente, ceñudo.
Era lisita, como con un lifting recién hecho, brillante,  más parecida a una naranja que a una mandarina. La pelé con dificultad (todo lo que no es facil no es necesariamente difícil, pero soy especialmente vago con todo lo que sea alimentación) y sonreí cuando vi que los gajos eran gordos. Me metí el primero en la boca y mastiqué. Muchísimo jugo dulcísimo inundó mi boca (en la literatura todo inunda: las lágrimas, el agua y la tristeza, pero en este caso es exactamente eso: saturó mi boca con sabor).
Me repletó, digamos. Como la computadora está a la luz del sol vine a sentarme acá para completar el círculo virtuoso de un domingo en el que quiero vivir sin darme cuenta.

2 comentarios:

sofidel dijo...

Amé.

so

Blue dijo...

Quiero domingos así.
Y quiero comprar en tu verdulería.